En este nuevo año, en lugar de preocuparnos por cómo vamos a proveer por nuestras necesidades, debemos decretar diariamente Su palabra sobre nuestras vidas. 2 Corintios 9: 8 dice: “Dios puede hacer que toda la gracia abunde hacia ti, para que tú, siempre teniendo toda suficiencia en todas las cosas, puedas tener abundancia para toda buena obra”.
Su palabra es su promesa. Es su vínculo. Si lo dijo, lo hará. Esto significa que podemos servir al Señor este año con alegría de corazón, sabiendo que Él provee por todas nuestras necesidades de acuerdo con Sus riquezas en Gloria en Cristo Jesús. Toda gracia abunda hacia nosotros, por lo qual podemos alegrarnos y decir con confianza, Éste es el día que hizo Jehová; ¡nos gozaremos y alegraremos en Èl (Salmos 118:24)!
Es vital que captemos la poderosa verdad de que Dios es un Padre bueno y amoroso. Si no recibimos eso en nuestros corazones, siempre lucharemos con la culpa, la vergüenza, la condenación y temor. El enemigo de nuestras almas usa el temor, la duda y la condenación para hacernos sentir que Dios está enojado con nosotros y solamente quiere castigarnos. Sin embargo, es el enemigo que quiere destruirnos. Dios nos amó tanto que envió a su Hijo unigénito a morir en la cruz para salvarnos y adoptarnos en su familia. Lucas 12:32 dice: “No temas, pequeño rebaño, porque es un placer para tu Padre darte el reino”. ¿Acabas de leer eso? Es su placer! Se alegra de vernos como parte de su familia. Él ama conversar y caminar con nosotros. Él ama cuando nos relacionamos con Él como Padre. Él es quien nos enseñó a llamarlo Padre. Su reino es asombroso! En su reino, hay sanidad (Mateo 4:23). Los pobres en espíritu son bendecidos en su Reino (Mateo 5: 3). Los perseguidos son bendecidos en su Reino (Mateo 5:10). Su Reino pertenece a aquellos que obedecen sus mandamientos (Mateo 5:19). Su voluntad se hace en su Reino (Mateo 6:10). Todas nuestras necesidades se satisfacen en su Reino (Mateo 6:33). Los espíritus del maligno son expulsados cuando su Reino está presente. (Mateo 12:28). En Cristo, somos ciudadanos del reino, y todas las cosas son nuevas. No tenemos que luchar más. Somos parte de Su Reino y es Su placer darnos el Reino.