Una de las cosas más importantes que buscamos en las relaciones de calidad es la veracidad y la integridad. Sin eso, no puede haber confianza. Los tribunales están llenos de juicios que alegan que personas mintieron o traicionaron a otros. Desafortunadamente, esto es parte de la condición humana. Todos fallamos por muchas razones. Sin embargo, Dios no es hombre para que mienta. Cuando promete algo, honra sus palabras. Su integridad y naturaleza son un escudo para todos aquellos que se refugian en él. Piénselo: la mayoría de los problemas nacionales provienen de promesas rotas, traición, chismes, calumnias y mentiras descaradas. Pero cuando consideramos las promesas de Dios, son puras y consistentes. Amigos, miembros de familia, compañeros de trabajo pueden cambiar en sus actitudes y acciones, ¡En cambio, Dios nunca cambia! Él permanece fiel y verdadero, y siempre podemos confiar en él. ¡Él es nuestro escudo en tiempos de apuro!
Proverbios 30:5 (ESV) “Toda palabra de Dios es cierta; es un escudo para los que se refugian en él”.