Las personas egoístas no consideran sus acciones. Tus acciones la mayoría de las veces afectarán a otros tanto como a ti mismo. Algunos dirán: “No me importa lo que piense la gente. Voy a hacer lo que me plazca”. Dicen esto y no les importan las repercusiones que tendrán sus acciones o el impacto que tendrá en quienes están cerca de ellas. No nacimos en el vacío. Nuestras acciones darán alegría a aquellos que nos aman o les causan dolor. Piense en esto: cuando un hijo se gradúa de la universidad, ¿quién está allí para celebrar con él la mayor parte del tiempo? Por el contrario, cuando un hijo llega a la cárcel por un acto tonto, ¿solo lo lastima, o también entristece a sus padres, a su esposa, a sus hijos, a sus amigos íntimos? Si nos damos cuenta o admitimos o no, estamos más conectados de lo que sabemos. Luchemos por brindar alegría a aquellos que están cerca de nosotros. ¡Esto complace el corazón de Dios!
Proverbios 10: 1 – El hijo sabio alegra al padre, pero el hijo necio es el dolor de su madre.