La oración del Señor comienza con la adoración a Dios y el reconocimiento de quién es Él. La oración del Señor también termina con la adoración. Nuestra tendencia como humanos es interesarnos únicamente en lo que las personas pueden hacer por nosotros. La mayoría no está interesada en lo que pueden hacer por los demás. Cuando comenzamos nuestras oraciones con adoración, nos devuelve a nuestro ADN piadoso, que reconoce que todo no gira alrededor de nosotros. Enfoca nuestras oraciones en las cosas verdaderamente importantes. Es por la gracia y la bondad de Dios que somos salvos. Es su bondad la que ha provisto el techo sobre nuestras cabezas, los alimentos que comemos, la salud que disfrutamos, el regalo diario de vida, etc. Cuando adoramos a Dios, establecemos una “actitud de gratitud” en nuestra vida diaria. Ahora nos damos cuenta de por qué el Señor Jesús nos enseñó a comenzar y terminar nuestras oraciones con adoración a Dios. ¡Que se levanten los adoradores!
Mateo 6: 13 – Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria para siempre. Amén.