El enemigo siempre está creando estrategias para tratar de engañarnos y llevarnos a un lugar de desobediencia, miedo, demora y rebelión. Pero una cosa es cierta. Aquellos que conocen a Dios, que tienen una relación personal con Dios, son continuamente fortalecidos por el poder de Su Espíritu Santo. Continuamente meditan y se paran firme en la palabra de Dios. Sus corazones están decididos a obedecer a nuestro Padre Celestial. Se niegan a ceder ante las mentiras y tácticas del enemigo. Son fuertes en el Señor y en su poder. Nunca se rinden. En lugar de rendirse, se paran firme y pelean. Se someten a Dios y resisten al diablo, y debido a esto, él tiene que huir. ¿Eres fuerte en el Señor?
Daniel 11:32 (ERV) “Pero los que conocen a Dios y lo obedecen serán fuertes. Ellos lucharán con firmeza”
Es vital que captemos la poderosa verdad de que Dios es un Padre bueno y amoroso. Si no recibimos eso en nuestros corazones, siempre lucharemos con la culpa, la vergüenza, la condenación y temor. El enemigo de nuestras almas usa el temor, la duda y la condenación para hacernos sentir que Dios está enojado con nosotros y solamente quiere castigarnos. Sin embargo, es el enemigo que quiere destruirnos. Dios nos amó tanto que envió a su Hijo unigénito a morir en la cruz para salvarnos y adoptarnos en su familia. Lucas 12:32 dice: “No temas, pequeño rebaño, porque es un placer para tu Padre darte el reino”. ¿Acabas de leer eso? Es su placer! Se alegra de vernos como parte de su familia. Él ama conversar y caminar con nosotros. Él ama cuando nos relacionamos con Él como Padre. Él es quien nos enseñó a llamarlo Padre. Su reino es asombroso! En su reino, hay sanidad (Mateo 4:23). Los pobres en espíritu son bendecidos en su Reino (Mateo 5: 3). Los perseguidos son bendecidos en su Reino (Mateo 5:10). Su Reino pertenece a aquellos que obedecen sus mandamientos (Mateo 5:19). Su voluntad se hace en su Reino (Mateo 6:10). Todas nuestras necesidades se satisfacen en su Reino (Mateo 6:33). Los espíritus del maligno son expulsados cuando su Reino está presente. (Mateo 12:28). En Cristo, somos ciudadanos del reino, y todas las cosas son nuevas. No tenemos que luchar más. Somos parte de Su Reino y es Su placer darnos el Reino.