Jesús enseñó este poderoso principio en la oración del Señor: “Ven, tu Reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”. (Mateo 6:10) Debemos pedir a Dios todos los días que se haga su voluntad en la tierra, en nuestra esfera de influencia. Cuando tomamos nuestro lugar como Sus administradores y asumimos la autoridad y la responsabilidad de nuestra región a través de nuestras oraciones y declaraciones escriturales, ahi es cuando vemos Su voluntad revelada en la tierra. Dios trabaja con Su cuerpo para que se haga Su voluntad en la tierra. Un buen ejemplo es cuando Dios le dijo a Elías que declarara que no llovería en la región Cuando Elías declaró la voluntad de Dios en la tierra, dejó de llover. Aunque era la voluntad de Dios, no dejó de llover hasta que Elijah lo declaró en la tierra. De manera similar, cuando Dios quiso que volviera a llover mas de dos años después, le dijo a Elías que declarara que llovería, de modo que cuando Elías declaró la voluntad de Dios en la tierra, comenzó a llover. (Santiago 5:17) La clave aquí es que cuando Dios nos creó, Él declaró que somos Sus mayordomos en el mundo. Cada vez que Dios declara algo, se convierte en una ley en el Cielo y la Tierra. Así que el hombre está a cargo porque Dios lo dijo! Debido a esto, Dios mismo se somete a su propia palabra, de modo que cuando hace algo en la Tierra, trabaja con y a través de la humanidad, quienes son sus administradores en la tierra. Incluso cuando llegó el momento de traer solución a la condición pecadaminosa del hombre, Dios se hizo hombre y murió en la cruz, porque el hombre es el agente autorizado para tratar con los asuntos relacionados con el mundo. Tus oraciones son poderosas y necesarias en este día. (Santiago 5:16) “La oración eficaz y ferviente de un hombre justo sirve mucho”. ¡Nada sucede hasta que oramos y declaramos la palabra de Dios en el mundo, sobre nuestras familias, nuestros ministerios, nuestros negocios y nuestras comunidades! Asuma la responsabilidad y asegúrese de estar orando diariamente, incluso como lo ordenó nuestro Señor.
Salmos 119: 89 “Para siempre, oh Señor, tu palabra está establecida en el cielo [permaneciendo firme e inmutable].”