Una vez tuve el privilegio de ser un testigo de un hombre que se estaba convirtiendo en ciudadano de los Estados Unidos. Él y su esposa estaban tan felices y contentos de finalmente convertirse en ciudadanos. Siempre había echado de menos mi ciudadanía hasta que escuché su historia y su profunda gratitud por poder convertirse en ciudadano. Entonces me di cuenta de que era un privilegio ser un ciudadano. Esta es una oportunidad increíble, así como una gran responsabilidad. Como ciudadanos, representamos a nuestro país y a nuestros conciudadanos. Somos responsables de hacer nuestra parte para que nuestras comunidades estén seguras y bien cuidadas. Tenemos que pagar impuestos para que la infraestructura, los parques y los paisajes se puedan mantener bien. Tenemos que presentarnos a servicio de jurado cuando nos lo piden. Si hay guerra, incluso tenemos que unirnos al ejército para proteger a nuestro país. De la misma manera, en Cristo, nos hemos convertido en ciudadanos del Reino de Dios. En este Reino, el gobernante autorizado es el mismo Rey de reyes. También tenemos conciudadanos y miembros de la familia de Dios (Efesios 2:19). Como eres un ciudadano del reino, tienes grandes beneficios. Eres un hijo de Dios. Estás sentado en lugares celestiales con el Rey. Tienes una gran autoridad para ministrar y servir en el reino. Eres reconocido en este reino. Incluso los enemigos de este reino reconocen tu autoridad y tienen que huir de ti. Eres sacerdocio real en el reino. Tu ciudadanía nunca puede ser revocada. Estás bien protegido en este reino. Eres un co-heredero con Cristo en este reino. Este reino tiene el mejor plan de salud, porque por sus heridas fuistes sanado. El Rey en este reino es verdadero, honorable, fiel y todopoderoso. Y encima de eso, Él te ama con un amor eterno. ¡Sí, ser ciudadano en este Reino tiene beneficios increíbles y eternos!
Efesios 2:19 “Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos con los santos y miembros de la familia de Dios,”